domingo, 22 de junio de 2014

BCN - Registrado y sin champú.

Llegó el gran día que tanto tiempo llevábamos planeando, al fin el viaje a Barcelona. El 2 de Mayo, a las 21:45 un avión abandonaba el aeropuerto de Sevilla y Rubén y Mike ocupaban dos de sus asientos para vivir entre tiesura una aventura en las calles de la ciudad catalana.

Esta será la primera de una serie de entradas, no perdáis detalle porque hay mucho que contar. Así comenzó el viaje, las primeras e intensas horas en Barcelona.

No os perdáis está historia al norte aquí, en aBOHRridos:

¿Recordáis ese viaje de Barcelona del que tanto tiempo hemos estado hablando? ¡Finalmente lo conseguimos! Rubén encontró unos asequibles billetes de avión, y tras una pequeña búsqueda Mike se puso en contacto con un extraño casero que nos dio una habitación para descansar tras las aventuras que esperábamos vivir.

Directamente desde sus prácticas de QuiFi, Rubén se encontró con Mike en el aeropuerto, con cara de incredulidad y emoción pensaban "es real, tío... nos vamos" y sin esperar comenzaron a cruzar aquel laberinto de cintas para poder registrar su equipaje con Ryanair

Rubén ya advirtió que no pitaría hoy, pero sí a la vuelta. Lástima, se equivocó, y sus primeros contratiempos no tardaron demasiado en llegar. Con sus equipajes en las cintas, a Rubén ya le estaba pitando el control de seguridad mientras a Mike lo apartaban a un lado por problemas con el equipaje. Tres botes, en concreto, porque lo malo viene juntito.

El líquido para las lentillas tuvo suerte y lo dejaron pasar, pero desodorante y champú no pueden decir lo mismo. Trágico fue lo de este último, Mike tuvo unas palabras con aquel hombre de seguridad que no daba su brazo a torcer:
—¿El champú?
—Sí
—Pero... es champú
—Supera el límite
—¿Tengo que ir a Barcelona sin champú?
—Sí
—¿Y si lo llevo en la mano?
—Tampoco
—Mierda...

Y así, tras abandonarlo a su suerte, continuaron su ruta. Informaban a los camarilleros del primer problema vivido cuando avistaron a lo lejos una agradable sorpresa... ¡Hawainas! Dentro del pasillo de embarque podían verlas a lo lejos, esperando también para montar en el mismo avión. Conforme avanzaban por aquella cola los dos tenían más claro que al fin ese viaje no tenía marcha atrás, ningún motivo iba a volver a aplazarlo, y dijeron adiós a Sevilla por unos días.

¡Hasta pronto Sevilla!
Ya dentro del avión, encontrados sus asientos y guardado su equipaje, conocieron al que iba a ocupar el tercer lugar durante la próxima hora y cuarto. Aunque, la verdad, no era muy hablador, más bien era un hombre cansado y amante de las vistas nocturnas. Su manía de despertarse y mirar por la ventana antes de volver a conversar con Morfeo será recordada.

Y... ¡Llegamos! ¡Llegábamos a Barcelona! Y la mágica ciudad nos recibió con... un horrible olor. Empezábamos fuerte... echamos a correr, el último autobus salía a las 23:30 del aeropuerto, solo teníamos 5 minutos para llegar pero lo conseguimos. Sacamos nuestros billetes de ida y vuelta, y con eso nos quitamos otro problema, y mientras avisábamos a familiares y amigos de nuestra llegada vigilábamos las maletas en el autobús.

Recibimiento con un olor bastante... especial...
Bajamos en Plaza Cataluña y tomamos el metro, el primero de muchos viajes, hasta Vallcarcas donde nos esperaba una amiga de Rubén, Sandra, que nos permitía dejar allí las maletas para la primera noche. Ah! ¿No lo hemos contado? No teníamos donde dormir la primera noche, producto de llegar a esas horas a Barcelona y que los hostales estuviesen cerrados, así que nos tocaba hacer vida nocturna. Saludos y agradecimientos, dejamos las maletas y pusimos rumbo a las calles de Barcelona de nuevo. Antes de abandonar el edificio descubrimos la manía de las entreplantas en Barcelona, algo que impactó a Rubén y nos recordó un poco a nuestra facultad.

El metro nos dejó libres en las Ramblas para disfrutar de la noche catalana. Allí se unió una última compañera, Adriana, pero mientras la esperábamos Sandra nos metía el miedo en el cuerpo informándonos sobre la situación:
1) Vendedores de cerveza de piel oscura por las calles que se acercan una y otra vez para intentar vendértelas, ¿de dónde las sacarán?
2) Los mossos de escuadra, más peligrosos que nunca, reducen a cualquiera en la calle. A partir de este momento los conoceríamos como "Los Reductores".
3) Las caras discotecas que podían terminar con una puñalada, literalmente, hacia el individuo masculino.

Superada la espera y el temblor de piernas pusimos rumbo al Ryans, un pup irlandés donde tomamos algunas cervezas y echamos unas risas hasta las 2 de la mañana. Sin embargo, a parte de extraños rollos del corazón, de la mayor discusión tuvo culpa la cerveza. ¡No había Cruzcampo! ¿Y como sobrevive esta gente? Sandra y Adriana no lo entendían, y seguían pagando dos pavos por una cerveza que no valía la pena al lado del líquido dorado que se bebe en el sur.

Los cuatro en una gran noche para empezar este viaje
Pero aquí se ve que no aguantan eternamente, y cerraban el Ryans demasiado temprano para nuestro propósito de noche en vela, así que cambiamos de aires. Tras un agradable paseo llegamos al "Absenta", un bar de chupitos que por el nombre se vende realmente bien. Allí otra ronda de cerveza San Miguel y posiblemente el chupito más impactante de la historia para Rubén, llegando a tragar el humo de la absenta. Hay un vídeo sobre ello, pero tendréis que esperar a la próxima entrada.

Al volver tras tomar el chupito no pudo soportar el gusto en su garganta y arrasó con su cerveza, la de Mike y cualquier otra que pasase cerca. Desde este momento Rubén era otra persona, incluso se sintió cortejado por un peculiar personaje que vendía flores, aunque el romance no llegó lejos. Eran las 3:00 de la mañana simplemente, pero también nos echaban de aquel bar, y al llegar a la calle encontramos que los vendedores de cerveza ahora tenían comida.. ¿De dónde había salido?

Mata esa absenta con cerveza, ¡claro que sí!
Paseamos Ramblas arriba, descubriendo gustos y aficiones, y guiando a un Rubén que tenía un curioso punto tras todo lo contado. Desde luego, hay un hombrecito que nunca olvidará como al intentar colarle una entrada Rubén le respondió con un sonoro grito. Y caminando caminando buscamos bares y no encontramos nada más que una pelea callejera, así que decidimos que había llegado la hora de jugar nuestra última carta: Llamar al Carri y ponerlo a hablar con Sandra, ¿que tal el catalán primo?


Con esto y un bizcocho Adriana se marchó y nosotros nos sentamos en la parada de metro a dejar caer la noche, eran las cinco de la mañana y había que esperar a que este abriera. Una vez llegamos a entrar encontramos la que es, sin duda alguna, la mejor oferta en toda Barcelona: seis galletas oreo y una tabletita de Milka caramelo por 1,30. Sería una importante base alimenticia a partir de ese momento, y más con lo que teníamos encima.

Esperamos el metro con una gran, gran oferta. ¡Ahí la tenéis, no era mentira!
Uppss... Se les olvidó contar que tuvieron que colarse en un hotel, la cerveza no aguantaba más "dentro"
Sandra nos ofreció poder dormir en su casa un par de horas, aunque nos conformábamos con el sofá del bajo de aquel bloque de apartamentos. Al final las horas de sueño fueron una maravillosa sorpresa con la que no contábamos en el viaje, y nos dió fuerzas para afrontar el siguiente día. Os dejamos ya con una última foto de este momento de descanso, y continuaremos en la siguiente entrada...

Y a dormir con la Barbie, que nos esperan aún largos días por delante

Ah! Y gracias por todo Sandra! :)
¡Al fin pisamos Barcelona, y esto es solo el principio! 
La aventura catalana solo ha dado sus primeros pasos...

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